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Día de la Farolica

Día de la Farolica Tradición ancestral. Acompañados de sus madres, alrededor de un centenar de niños recorrieron el pasado viernes las calles del pueblo alumbrando la noche con las farolas de melones y sandías en el Día de la Farolica. Ya es el noveno año consecutivo que la Asociación de Mujeres Progresistas “Despertar Femenino” organiza esta actividad veraniega con el objetivo de que no se pierda esta antigua tradición. Los chiquillos con sus madres y abuelas se reunieron sobre las nueve y media en la Plaza de Andalucía y desde allí con sus farolicas encendidas iniciaron un pasacalles por la céntrica calle de la Carrera de Jesús, para llegar media hora más tarde al Paseo de Jesús, donde los pequeños disfrutaron con sus luminarias. La noche en el paseo estuvo amenizada con las danzas y bailes del grupo infantil de Misi Millán al ritmo de las músicas más modernas en un tablado preparado al efecto. Así transcurrió esta mágica noche para los pequeños que no daban crédito a la luces fantásticas que desprendían sus maravillosas farolicas a través de las adornos realizados en las mismas.

No se sabe a ciencia cierta los orígenes de esta antigua tradición, pero sí es cierto que la misma se iba perdiendo en las últimas décadas del siglo XX, de aquí esta interesante iniciativa para mantener viva esta costumbre popular en la localidad. La preparación de estos faroles de melones y sandías corren a cargo de los abuelos o padres de los niños siendo muy sencilla su realización. Consiste en vaciar la pulpa de estas frutos para después realizar cortes e incisiones con una navaja en la piel exterior y así decorar estas luminarias. Cruces, soles, lunas, estrellas, mariposas, peces, escaleras, motivos geométricos e inscripciones de sus nombres son los elementos más representativos de estas decoraciones por donde brotará la luz sorprendente de una vela colocada en el interior a través de un orificio hecho en la parte inferior del melón o sandía. Sólo queda taladrarla con dos pequeños agujeros en la parte superior y pasar una cuerda o cinta para portarla. Terminada la singular lámpara, los niños y niñas invadían las noches veraniegas y calurosas de antaño con sus farolicas, iluminando misteriosamente los rincones, calles y plazas del municipio.

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